La fe de los necios
Mil motores el sueño tendió
sin carriles donde circular,
ni horizonte que temblase
al son de sus golpes.
Dientes de hierro, rechinaban
al robar al mar
vagonetas
vagonetas de sal.
Y arreciaban las piedras
como auténticas fieras.
Lentamente
demolió el tambor el cielo estrellado
y un diluvio de planetas roñosos
inundó el salar.
Su bandera más impávida
levantaron todas las rocas
provocando un estallido infernal.
Y los últimos reyes
predicaron la paz de los cementerios.
Los motores que el sueño tendió
sin carriles donde circular
ni horizonte que temblase
al son de sus golpes,
en la noche azul,
descansaron, descansaron,
descansaron
y saciaron su sed,
al amor del incendio
derribando de un tajo viejos imperios,
devolviendo al mar la fe de los necios.